El joven Johann Sebastian Bach fue contratado en la iglesia de la próspera ciudad de Arnstadt como organista. Allí disfrutaba de un órgano nuevo y un elevado salario. Ansioso por prosperar aun más, en 1705 pidió un permiso de 4 semanas para ir a Lübeck a visitar al anciano maestro Buxtehude; con apenas 20 años recorrió a pie los más de 400 kilómetros que separaban sus ciudades. Sorprendido por la habilidad del neófito organista, Buxtehude le propuso a Bach que le acompañara hasta su muerte para después ostentar su prestigioso puesto en Lübek. Este puesto contaba con la característica de que el candidato debía casarse con la hija mayor de su predecesor en el cargo; la muchacha en cuestión, Ana Margarita, era varios años mayor que Bach y no demasiado agraciada, por lo que Bach declinó la oferta.
Bach no obstante pasó en Lübeck mucho más de las 4 semanas que duraba su permiso; hasta 3 meses pasó al lado del anciano maestro, por lo que uno podría pensar que no era tan fea la muchacha y que Bach se lo estuvo pensando. La realidad es que al joven Bach le interesaba mucho permanecer al lado de Buxtehude el mayor tiempo posible, para aprender todo lo que pudiera enseñarle y consagrarse como su alumno.
Una prueba más contundente de los escasos encantos de Ana Margarita la encontramos en una visita anterior a la de Bach. En 1703, los consagrados Händel y Mattheson también visitaron a Buxtehude. Estos no necesitaban aprender, venían directamente a optar por suceder en su puesto al venerable organista. Cuando conocieron las condiciones del cargo y a Ana Margarita, no lo dudaron: abandonaron Lübeck al día siguiente de su llegada.