Francisco Guerrero (Sevilla, 4 de octubre de 1528 – 8 de noviembre de 1599) es junto a Tomás Luis de Victoria y Cristóbal de Morales uno de los grandes nombres de la música sacra española del Renacimiento y con ello, uno de los mayores compositores españoles de todos los tiempos.

Recibió su formación musical inicial, como miembro del coro de la catedral de Sevilla, por su hermano Pedro y por Fernández de Castilleja. A los 17 años (1546) fue nombrado maestro de capilla de la catedral de Jaén. Antes de cumplir los treinta había consolidado una excepcional reputación y su obra se publicaba en el extranjero.

En 1554 fue nombrado maestro de capilla de la catedral de Málaga, cargo que no llegó a desempeñar al contratarle antes su alma mater, la Catedral de Sevilla, bajo la promesa de suceder en el cargo de maestro capilla al ya anciano Fernández de Castilleja, quien a pesar de su senectud todavía viviría 20 años más.

Viajó extensamente por España y Portugal, al servicio del emperador Maximiliano II y pasó luego en Italia un año (1581-1582). Años más tarde decidió visitar Tierra Santa, lo que hizo en 1589. Fue hecho cautivo por piratas durante el viaje de regreso y tuvo que ser rescatado, como era común en la época, por el pago de una considerable cantidad. La aventura fue narrada por él en un libro publicado en 1590 que tuvo un gran éxito popular. El endeudamiento subsiguiente lo llevó a prisión, hasta que fue contratado de nuevo para el coro de la catedral de Sevilla, donde terminó sus días, como maestro de capilla, cuando la peste de 1599 acabó con su vida.

Las investigaciones musicológicas más recientes a cargo de Michael Noone han confirmado la estrecha relación personal que existió entre Morales y Guerrero. Dicha relación se inició en la juventud del sevillano, cuando marchó a Toledo a estudiar con un Morales recién llegado de Roma. La veneración que sentía por él sin duda le llevó a componer sendas misas parodia basadas en dos motetes de su maestro, la Sancta et immaculata y la Inter vestibulum, que Ars Mvsica interpretó a mediados de 2013 bajo la dirección de Lluis Vilamajó.

El texto del motete proviene de la antífona que se reza tras la bendición de las cenizas en el Miércoles de Ceniza. Morales basa melódicamente su motete en la melodía gregoriana del texto Parce Domine, con ciertas modificaciones. Toda vez que este texto significa Perdona Señor, Guerrero decide usar esta misma melodía para todos los temas de súplica presentes en la misa, así como para dar comienzo a cada una de las partes de la misma.

Como es habitual en la época, Guerrero desarrolla las cuatro voces de la misa hasta seis para el último Agnus Dei, añadiendo segundas voces de Soprano y Tenor. Estas voces aparecen a través de un canon enigmático titulado Trinitas in unitate en el tono suplicante mencionado; para formar este canon, la Soprano II canta un canon en diapente (quinta hacia arriba) sobre la alto y el Tenor II un canton en subdiathessaron (cuarta hacia abajo).

Si bien la publicación de la misa de Guerrero data de 1566, no existe publicación impresa del motete de Morales, que sólo cuenta con fuentes manuscritas y además más tardías. Cabe suponer que Guerrero pudiera conocer el motete directamente de Morales durante su estudio con él en Toledo.

Llama la atención que tratándose de una misa basada en un texto de Cuaresma, presente también un Gloria, parte esta de la misa ausente durante todo dicho periodo litúrgico. Ello nos demuestra que la inspiración de las misas parodia tenía más un significado musical que litúrgico. Aun así, en nuestro concierto quisimos acompañar esta misa con dos motetes también propios de Cuaresma: el motete original en que se basa la misa, Inter vestibulum de Morales, y Tulerunt lapides, una inusual obra del portugués Manuel Cardoso. El lenguaje polifónico llegó tarde a Portugal, al igual que a las colonias transatlánticas; por ello no es de extrañar encontrar obras de ambas procedencias que partiendo de una armonía y contrapunto renacentista, hagan gala de una retórica muy avanzada, más propia del primer Barroco, como es el caso de esta violenta recreación del capítulo 8 versículo 59 del Evangelio según San Juan.

No obstante, y por preservar la universalidad litúrgica de la composición, otras obras no cuaresmáticas estuvieron presentes también en nuestro concierto; tanto vocales como el Ave Maria a 8 de Victoria, como instrumentales a cargo del grupo de ministriles La Danserye y los organistas Adolfo y Javier Sáez. Sin embargo sí incorporamos el canto llano propio de este tiempo litúrgico, al entender que las referencias textuales constituirían un inmejorable marco para los sonidos de arrepentimiento y súplica que nos trae esta gran misa de Francisco Guerrero.

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